¿Por qué conservar la diversidad de la vida?
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Liolaemus tenuis, una lagartija frecuente en Chile central |
Cuando uno es chico, los primeros contactos que tenemos con otros
organismos vivos van desde comentarios como: ¡Cuidado con el ratón!, ¡Cuidado
con el bicho que pica!, ¡¡Aaaaaaaaahhhhgggg ……. llévate tu mounstruo!!! (un
lagarto), hasta las historias del Discovery Channel, pasando por la Era del Hielo o Condorito. Cuando uno es más grande, y empieza a interesarse en el cuidado del
medio ambiente, las reacciones y las preguntas de la gente siguen, con
comentarios desde: "que lindo!", “¿Y pa’ qué sirve...?” hasta “Aquí lo importante es el progreso…
¿Qué importa una lagartija así (de 5 cm)?” Incluso uno escucha frases desde “No importan, los animales
no piensan, no sufren, no tienen alma”
(aunque desde el punto de vista cristiano, todas las formas de vida son
la Obra de Dios), hasta comentarios fuertemente ideologizados como “Todos esos
conservacionistas son puros comunistas” (¿?). Sin embargo, mucha gente de todo ámbito tiene aprecio por el mundo natural,
desde la gente más sencilla que gusta del canto del zorzal por la mañana, hasta
Neruda en sus poemas al bosque chileno.
Con todas estas visiones, la duda básica al
hablar de conservación de la naturaleza es simplemente ¿Por qué conservar? Las razones para valorar y conservar el mundo natural argumentadas por muchos científicos naturalistas
son tres: económica, estética y ética. Parte del problema de conservación es
nuestra mentalidad de hombre separado del medio natural, y la poca comprensión
de cómo funciona el ambiente.
El valor del mundo natural
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Los alimentos son parte de la biodiversidad |
Los organismos y el ambiente no son una
colección de bichos en un zoológico al aire libre, sino que se relacionan entre
ellos y con el medio físico a lo largo del tiempo, transformándose,
reemplazándose y transformando su entorno. Ellos hacen funcionar el planeta. El
resultado de estas interacciones son servicios no tangibles como por ejemplo
aire, agua, regulación del clima local, formación de suelo, procesamiento y
ciclaje de nutrientes, y valores económicos directos, como todos nuestros
alimentos y muchos materiales. Las
vacas, los plátanos, el trigo y el maíz fueron animales y plantas silvestres
domesticados generaciones atrás, la merluza y los mariscos son fauna silvestre,
y las medicinas, cosméticos y muchos insumos provienen de un mundo natural aún
poco explorado. Los suelos
agrícolas fueron muy influenciados por los bosques que existieron previamente, y la
mayor fuente de energía actual, el petróleo y el carbón son los restos fósiles
de plantas y animales que vivieron en los bosques, pantanos y fondos oceánicos hace
millones de años. De este modo, nuestras actuales economías son mantenidas por
los bienes y servicios producidos por el entorno natural actual y pasado. Este
entorno es una herencia de 3500 millones de años de desarrollo de formas de
vida previas al ser humano, herencia aún poco conocida, y como cualquier
herencia, puede ser malgastada.
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Muchos animales viven con nosotros, como este carpinterito en Santiago |
El mundo natural tiene además muchos valores
estéticos, pues a todos nos gusta la belleza. Todos queremos vivir en un lugar
bonito, viajar y ver cosas bellas, y no pocos han hecho negocio con ello.
Finalmente, existen los valores éticos. Como humanos solemos valorar el
fenómeno llamado vida. Hasta donde sabemos, no hay vida en otro planeta, y la
extinción de las formas de vida presentes en este planeta es algo totalmente
irreversible, no tiene ninguna solución. No somos capaces de fabricar formas de
vida, ni siquiera de fabricar una lagartija de 5 cm. Las responsabilidades
éticas involucran a gran parte de la sociedad, como la iglesia católica, que
según el mensaje papal debe preocuparse de la conservación de la Creación, y el
mundo político, que debería reconocer los diversos valores y servicios del
mundo natural.
Humano separado del medio natural
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Un amigo que aún no conocemos |
Los problemas de conservación son aumentados por la visión del ser
humano separado de la naturaleza. Actualmente, la mayoría de las personas
vivimos concentradas en ciudades de cemento, donde se nace en el hospital, la
comida sale del supermercado, el agua sale de la llave, uno se sienta en la
taza del baño y simplemente tira la cadena, y la basura se la lleva el camión.
Todo esto potencia una percepción de un mundo natural afuera, lejos, donde los
organismos son una simple colección de cositas a veces lindas, a veces malas.
Pero nosotros también somos organismos que vivimos en el mismo ambiente,
haciendo básicamente lo mismo, respirar, comer y reproducirse. Una de las
evidencias de nuestra condición animal son los impulsos sexuales, que en algunas
personas parecen estar exacerbados y lamentablemente fuera de control. Esto
queda muy claro al ver los rostros casi de angustia, expresiones, gritos y
bocinazos de algunos hombres cuando una mujer atractiva cruza la calle. Sin
embargo, tenemos importantes diferencias con otras especies, como son el uso
del lenguaje y la capacidad de pensar a futuro, es decir, la capacidad de
preveer los efectos de nuestro accionar.
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Las familias chilenas vivimos en casas en pueblos y ciudades |
La poca valoración de los ecosistemas naturales
también se aprecia en algunos análisis económicos, los cuales no incluyen al
ambiente como proveedor de bienes y servicios. Estos análisis suponen que los
costos y beneficios del intercambio económico afectarían sólo a los
participantes de la transacción, pero desconocen los costos externos que
afectan al ambiente, y que los pagan los que no están directamente involucrados
en la transacción. Por ejemplo, los costos externos derivados de la
contaminación y sedimentación de los ríos son asumidos por una mayoría de
personas no participantes en las transacciones, además de otros organismos no
humanos.
El uso de la herencia natural
Mucho de lo que hoy vemos alrededor de las
ciudades son paisajes sobreexplotados. Las “frescas y dulces” aguas que bebió
Marie Graham (año 1822) en la Laguna de Aculeo, al sur de Santiago, actualmente parecen tener
pintura verde, debido al uso de fertilizantes y desarrollo agrícola en los alrededores. El “campo de
flores bordado … copia feliz del Edén” que vio Eusebio Lillo no se refería a
rosas y claveles, sino que a las flores silvestres que crecían en los campos de
la zona central. El gran Alerzal que había entre Puerto Montt y Puerto Varas ni
siquiera es un recuerdo, y lo único que queda de los bosques de Chañares es el
nombre de la ciudad de Chañaral. Hasta los locos fueron
sobreexplotados, y como resultado el Chupe de Loco pasó de ser un plato popular
a ser una exclusividad culinaria.
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Añañuca, flor silvestre de Chile central |
Sin embargo, la gente busca alternativas para
recuperar la productividad perdida. Los fertilizantes han aumentado las
cosechas, pero silenciosamente contaminan los lagos y mares. El petróleo es la base
energética que mueve la producción, pero su uso está produciendo el calentamiento global por el efecto
invernadero, al devolver a la atmósfera todo el carbono que los organismos del
pasado removieron y almacenaron bajo la tierra durante millones de años.
Pero aún nos queda herencia. Mucho de lo que va quedando es la diversidad
de organismos (o biodiversidad). Esta biodiversidad es la maquinaria que hace
el trabajo, que hace que este planeta funcione, son las piezas que ciclan y
reciclan, que crean suelo, aire, agua. Sin embargo, nosotros conocemos muy poco
de esta diversidad; cada año se descubren nuevos organismos, y nuevos productos
a partir de otros organismos. Desafortunadamente, esta maquinaria está siendo
amenazada no por la cacería o por la contaminación, sino por la gran
transformación de muchas extensiones silvestres en campos agrícolas,
industriales y en ciudades, lo cual no deja espacio para que otros organismos
vivan. Varios estudios científicos
calculan que en los próximos 50 a 100 años se extinguirá hasta el 50% de todas
las especies vivientes, o sea la mitad o más de todo lo que actualmente vemos.
De hecho, muchos estudios indican que conocemos menos de un 10% de todas las
especies presentes en el planeta, por lo que estaríamos extinguiendo lo que ni
siquiera conocemos. Perder la diversidad de la vida es como perder las piezas
de la máquina. Quizás si se
pierden unos pernos la máquina pueda seguir funcionando, pero si se pierden
muchos pernos o una turbina la cosa cambia. Sin embargo, poco sabemos acerca de cuáles son los pernos y
cuáles son la turbina.
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Glaciales patagónicos |
Dado que no podemos fabricar lagartijas, ni
siquiera moscas, lo que se
puede hacer, además de disminuir la polución, la huella de carbono, la sobreexplotación de los recursos, es mantener la diversidad de la vida, conservando más áreas
biológicamente ricas, y compatibilizando la conservación con el proceso
productivo. Una alternativa es entender como funcionan los ambientes naturales,
para usarlos y además dejarlos hacer el trabajo que ellos hacen. Los organismos
pueden ser usados, por ejemplo, para la recuperación de terrenos degradados
plantando especies que controlen la erosión, fertilicen los suelos, alberguen a
la fauna y que faciliten la llegada de mas especies de plantas y animales;
creando de paso suelo y conservando su humedad. Los ecosistemas a lo largo de
la historia del planeta han purificado aguas, procesado basuras, han ciclado nutrientes,
controlado la erosión y conservado los cursos de agua, cuando se los deja hacer
su trabajo.
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Polilla (Polythysana sp.) |
Sin embargo, existen dos visiones que juegan en
contra de la conservación. Una es
la visión de los organismos como bichos que pican, pestes o malezas que no
sirven pa’ na’. Otra es la visión
parcelada, considerando que los organismos son una colección de bichos que no
se relacionan ni entre ellos ni con nosotros. Para ejemplificar esta última
visión, imagine que tiene una foto de un grupo de personas. Usted puede pensar
que es una foto de una familia, pero … ¿cómo saberlo? ¿Cómo saber si era sólo un grupo de personas que coincidió
en un momento? Y si es una
familia, ¿cómo sabe si el padre trabaja, o la madre trabaja, ambos o ninguno? ¿Cómo
saber si es el hijo quien ayuda a la abuelita a cruzar la calle, o es él quien
apedrea las ventanas? Y si no sabemos cómo funciona esta familia, entonces ¿cómo
podríamos relacionarnos con ella? Muchas veces, ver el mundo natural es como
ver una foto, ver una colección de bichos sin entender el contexto completo.
Por ejemplo, al ver la ciudad de Santiago y sus alrededores, uno no se imagina
que ahí existió un bosque que fue cortado hace años, y que los aluviones son
parte de los costos externos que nosotros aún estamos pagando por la
deforestación de las laderas precordilleranas.
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M. Peña observando el mundo natural |
Aún existe la posibilidad de cambiar la
mentalidad de esto no sirve pa’ na’!
a conocer lo que hay, ver como funciona, conservarlo y usar lo que hay en forma
diferente. El calentamiento global, la contaminación, el reciclaje, la
biodiversidad son conceptos de moda que se escuchan en los medios de
comunicación y en el discurso político, evidenciando un cambio de mentalidad
hacia una mayor valoración del mundo natural. Pero aún falta. ¿Cuánto sabemos los chilenos sobre la
naturaleza de Chile? ¿Cuánta gente pensará que la perdiz y la
torcaza sólo son cazuelas voladoras? ¿Quién sabe que el quillay y el choroy sólo
existen en Chile y en ningún otro lugar del mundo? ¿Quién sabe la historia de los ecosistemas y de los hombres y mujeres en ella? ¿Quién
sabe el nombre de los árboles presentes en la plaza de la esquina? El conocimiento, la curiosidad, el develar misterios está en la esencia de la especie humana. Conozcamos y coexistamos en este mundo natural, lleno de misterios, de criaturas extraordinarias, de interacciones exquisitas y complejas, que es el mismo mundo donde nacemos, soñamos, vivimos, trabajamos, criamos y perecemos.
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Los humanos no somos los únicos habitantes de este mundo, sino que coexistimos y podemos seguir coexistiendo con otros seres vivos |